Sonriente, se peinaba mirándose al espejo. Su reflejo, de pronto, ladeó la cabeza y se rió. La niña, gritando, corrió a los brazos de un adulto. Se prometió nunca jamás volver a tal rincón del patio.
Unos inviernos después, la ahora adolescente rompió su promesa y fue a esa esquina. Rechazada, corazón palpitante, ojos llorosos, llegó a ese espejo especial para recordarse de cuando era feliz. “¡Ríete!”, ordenaba a su imagen. No hubo caso.
Una primavera, pero ya siendo joven, y mientras ordenaba otras cosas, se encontró con el espejo. Se miró con aceptación. Y entonces, su reflejo le sonrió.
Oh, que felicidad... Verse feliz en un espejo, al fin, con lo complicado que es eso...
ResponderBorrarUn abrazo
Ese espejo mágico solo reflejaba su corazón.
ResponderBorrarUn abrazo.
Cansados de fracasos, cada vez nos conformamos con menos.
ResponderBorrarAbrazooo
Aceptarse es el todo, ¿verdad? Julio David. Nos tenemos que querer un poquito mejor y sobre todo más, que crueles llegamos a ser con nosotros mismos.
ResponderBorrarSuerte que ella termino viendo esa realidad.
Un fuerte abrazo.
Ojalá nos pudiésemos sonreír en el espejo unos minutos cada día. Besos
ResponderBorrarProfundo, sabio y cierto tu escrito de hoy
ResponderBorrarPaz
Isaac