jueves, 8 de febrero de 2018

Sola

El calor de estos días, de este verano sofocante, empujó a las arañas a salir de sus cavernas. No sabía que estábamos tan llenos de fisuras. En las paredes, en el suelo, por ahí se cuelan para atormentarme. Asegurarte que son muchas es poco: ¡son miles! Nos invaden. Te suben por los brazos, se desenredan del pelo, caen por tu hombro. No sé cuánta plata he gastado ya envenenándolas. Pero vieras tú el placer que me da verlas retorcerse. Y las maldigo en el acto, grito, pataleo, las odio. Solo las tolero de noche, cuando se pasean por mi entrepierna.