Primera parte
¿Qué te pasó, Iván? Esperaba encontrarme un cura, pero me abre la puerta un hippie. No desarreglado, no, ordenadito: empezando por su conocimiento sobre distintas corrientes espirituales. Sonrío y le digo que lo imagino desparramando su fe en cualquier cosa. “Exacto”, responde. “Como en este plato: te puede salvar la vida. Pero no es el plato, es tu fe canalizando. Así lo atraes, trabajan juntos, entregándole un poder que viene de ti". Después, me pide subir a una bicicleta sin frenos que tenía. Y agrega: “Pedalea hacia esa pared y, sin parar, ten fe que no te estrellarás contra ella”.
Segunda parte
"Hombre de poca fe", me dirá culpándome cuando me vea estampado como mosca. ¡No, no me estrellaré contra ella!, me repito conforme aumenta mi pedaleo. ¡Verdad, el plato! Mis esfuerzos no deben estar puestos en la pared, sino volcados en la bicicleta, el instrumento para expresar mi fe. ¿O en un plato? Bien, pongámonos raros, qué más da. ¡Pero con fe! "Hombre de mucha fe", me diría Iván, pues ¿cómo podría salvarme un plato? Justo entonces me pego un tortazo, leve pero tortazo: no con la pared, sino que con un camión que salió de la nada y transporta vajilla.