viernes, 24 de enero de 2020

La tonta (3)

De lejos se distinguían (y mejor todavía a esas horas de la noche). El tipo era escandaloso: “¡¿Por qué ya no me amas?! ¡No conozco otra vida sin ti! ¡Démonos una oportunidad!”. Gritaba, la zamarreaba. Ella en cambio, cabeza abajo, se mostraba inalterable. Me acerqué al llorón y dije: “Amigo, ¿usted cree que es la manera correcta para que su pareja lo vuelva amar?”. “¡Claro que no la es! -interrumpió ella-. ¡Le he dicho mil veces “pégame” pero pégame fuerte, maricón!”. El hombre le da una cachetada. La mujer responde: “¿Viste que era fácil?”.

Se fueron tomados de la mano.

jueves, 23 de enero de 2020

Lo mismo pero al revés

A pesar de la orden de alejamiento, Daniel volvía. Campaba a sus anchas. Siendo victimario, se victimizaba cuando intentaban echarlo. Pataleaba, amenazaba. Y si se iba, volvía. Otra vez. Como un tarado, un obseso, como un tumor que crece mientras se extirpa.

Ciertamente pudo pagar con cárcel sus múltiples desacatos pero el juez, que ante todo tiene un inmenso corazón de abuelita, prefirió modificar la sentencia: ya que tanto le gustaba, le permitió a Daniel vivir en esa casa. Eso sí, imposibilitado de dar un paso afuera sin importar qué. Vivir hasta morir en ella. Condenado. Y para siempre solo.

sábado, 18 de enero de 2020

Derechamente

El doctor no lo creía. Yo menos. Pero ahí estaban los resultados: mi mano, tras el accidente, no solo mejoró en su totalidad, sino que también lo hizo antes de lo previsto. Está tan sana mi mano derecha ahora, que desde el día que me retiraron el yeso ella sola, como poseída, únicamente rescata del refrigerador frutas y verduras cuando me entran ganas por comer. Me tira el vaso lejos cuando sabe que voy a tomar cerveza. Y le pega a la izquierda para que no se entrometa.

Sí, está tan sana que ya nunca más te escribiré, cariño mío.

sábado, 11 de enero de 2020

Cuando ya no sabes cómo sacártelo de encima

“Parece que entraron a robar. Voy a ver qué pasa. Quédate aquí”. El hombre baja. A mitad de escalera se detiene. Entre sombras, una más oscura merodea. Ella también se asoma. El marido con una linterna alumbra al intruso. “¡Ándate o llamo a carabineros!”. El aludido voltea. Se congela. “¡Mira -dice la esposa- tiene cara de violador! ¡Me va a violar, defiéndeme, Jorge! ¡Y fíjate, se lleva tu notebook! ¡Atácalo! ¡Muévete!”. El ladrón deposita lo que iba a robar en el suelo, abre la puerta y corre. La mujer lo sigue y grita: “¡Vuelve, mi marido te miró feo! ¡¡¡Mátalooo!!!”.

martes, 7 de enero de 2020

Única y diferente (usted tampoco)

-Amiga, perdí la apuesta. Cuéntame, cómo te fue.
-¡Hola! Sí, pésimo. Llegó cuarenta minutos tarde. Y ni disculpas me pidió. Después visitó a un tipo porque le debía plata, o algo así, no sé, pero me hizo sentir súper incómoda. No fuimos a comer a ninguna parte. No andaba con hambre, dijo. Y fue grosero en algunos comentarios, en muchos. ¡Por si fuera poco me besó sin avisarme! Definitivamente no quiero saber más de él. Es inmaduro, insensible, malo, todo lo contrario a lo que creo merecer.
-¿Ya te desahogaste?
-Sí
-¿Para cuándo le pediste una próxima cita?
-Para mañana.

lunes, 6 de enero de 2020

La cumbre de lo absurdo

Ciento cincuenta mil botellas de agua y 600 mil vasos. Todo de plástico. Así como otros cachivaches varios. Ochenta y tres pantallas LED. Entre folletos explicativos y revistas especializadas y libros para crear consciencia, 30.600. Novecientos focos de luz activos. Doscientos puntos distribuidos de puertos USB para cargar celulares, tablets y notebooks. Cuarenta cámaras de vigilancia. Cincuenta kilos de comida que sobrará. Otros tantos kilos de stands y pabellones de aluminio y madera que también irán a la basura. Y PVC y vidrio y servilletas y quizás cuánta cosa más, en esta reunión internacional sobre cómo mitigar el cambio climático.

domingo, 5 de enero de 2020

Ha llegado carta (5)

¿El amigo?

Oye, silenciosa, desnuda tus palabras. Ventílalas, aséalas. Prepara una fiesta de sonidos y estribillos. ¿Por qué callas? ¿Qué puñetazo o la sombra de qué dedo, qué grito reprimido te cierra la boca? ¿Qué te hice? Palabras más feas escupimos cada día: rencores, modas, tonteras. Tú ni con tu mudez me hablas. Pero habla por ti la risa de un niño y una llave que, ilusionada, sigue preguntando por tu puerta. A todas estas cosas yo les digo “tengan fe, paciencia”, mientras me desarmo y rearmo cada vez peor en la espera. No entiendo tu silencio. Abre ese ataúd y explícame.

¿La amiga?

Sobre mi silencio, polillas revolotean una luna atascada en mi garganta. Mi boca es una casa habitada por palabras nocturnas. Ni adentrando la mano hasta el ombligo podría extraer alguna luminosa, reconfortante. Solo mis pies han sabido expresar lo que deseo. Ellos avanzan a una velocidad bendita: mientras tú vienes atrás haciéndome preguntas, yo, adelante y en otro camino, llevo conmigo las respuestas que no compartiré con nadie. Perdida, olvidada, renovada, para que cuando aceche el pasado con sus cuchillos, no me deje convencer por su roce erótico antes de reabrir esa costra que también (aunque injustamente) lleva tu nombre.

Canción "She runs away" - Duncan Sheik