sábado, 31 de agosto de 2024

Con los pies en la tierra

“Al fin, con orgullo, puedo decir que vivo con los pies en la tierra”. Con estas palabras, José terminó el discurso con que se graduó, tras un año de sobriedad, en el centro de rehabilitación.

En casa le esperaba una fiesta sorpresa. No es para menos. Y José, que estaba sensible, lo lloró todo. Y lo agradeció todo. Y se comprometió, por un mejor futuro, con todo. Tan sensible andaba, que cuando sentados a la mesa empezó un temblorcito, nada grave, José, por no haber tenido los pies en la tierra durante tantos años, fue el único que salió arrancando.

& Alís

miércoles, 28 de agosto de 2024

El cachorro

El cachorro, mientras buscaba a su hermanito (debía estar en la caja donde fueron abandonados), ve que un tipo, Jonás, sería atropellado. Pero, ladrándole, salvó su vida. Agradecido, lo llevó a su casa. “Ahora me toca cuidarte yo a ti, cachorro”, dijo entrando a la pieza. La mascota se fijó en una foto donde aparecía Jonás y un desconocido (¿Será su hermano? ¿También estará perdido?). Como era un solitario, Jonás intentó conectar, jugar con su nuevo amigo, pero el can, cansado, no respondía. Finalmente, Jonás se durmió. Entonces, el perrito se le acercó y pensó: “También voy a cuidarte, cachorro”. 

sábado, 24 de agosto de 2024

Nones

Enojado con la vida, Javier quebraba una pila de ramas con un palo. Únicamente quería conseguir como sea esos $5 mil pesos. Noche desolada, calles fantasmas. Ah, pero esa mujer de allá. Corrió, la amenazó con el palo y robó lo que necesitaba. De vuelta, tropezó y cayó sobre las mismas ramas con las que hace un rato se desquitaba. Una le atravesó el hígado. Perdió. Se arrastró hasta una iglesia cercana para morir ante un Cristo de yeso. Pidió perdón y ser recordado, como un santo, a su lado.

Al otro día fue encontrado a 38 km del lugar.

domingo, 18 de agosto de 2024

Zopiclona

Llega la noche y Jeremías, al borde de la cama, piensa, aliviado, en lo inevitable: no recibirá, por fin, el amanecer que viene. Apoya la punta del arma en su frente, como el más fervoroso de los creyentes un rosario.

Después, se pone el pijama. Se acuesta mirando al cielo. No demora en dispararse en el ojo.

Pero despierta. Como si nada. Y el reloj le cuenta que han pasado apenas 20 minutos. “Calma”, se repite Jeremías, “quizás era esperable”. Y por eso tampoco demora en dispararse en el otro ojo.

Terrible, sí.

Esto del insomnio es una cosa terrible.