“Al fin, con orgullo, puedo decir que vivo con los pies en la tierra”. Con estas palabras, José terminó el discurso con que se graduó, tras un año de sobriedad, en el centro de rehabilitación.
En casa le esperaba una fiesta sorpresa. No es para menos. Y José, que estaba sensible, lo lloró todo. Y lo agradeció todo. Y se comprometió, por un mejor futuro, con todo. Tan sensible andaba, que cuando sentados a la mesa empezó un temblorcito, nada grave, José, por no haber tenido los pies en la tierra durante tantos años, fue el único que salió arrancando.
& Alís