Golpean a la puerta.
-Ah, volviste.
-Obvio.
-Hoy día estamos a 23.
-Más vale tarde que nunca. Y te aviso: vengo caliente.
-¿Debería estar contento?
-Tranquilo, capullito. Podemos ir lento. Lo importante es ir
floreciendo.
-¿Y para qué? Te entretengo por un rato. Después me dejas.
-Pero te dejo más hermoso a cómo te encontré. ¿Quién más te
llena la vida de colores?
-De promesas, diría yo. ¡Y este tonto se las cree!
-¡Alégrate! Otros hombres, por mí, se han suicidado. En cambio tú
no pierdes la esperanza.
-Puede ser... Bueno, pasa.
La primavera cierra tras de sí la puerta.