sábado, 23 de marzo de 2024

Nos convertimos en lo que vemos


En el casco histórico, una muralla da testimonio que, alguna vez, fue una iglesia. Y, como muchas u otras tantas edificaciones cercanas, no resistió uno de los pasos del tiempo más breves, más miserables pero, también, más signficativo o traumático: el del humano. Lo curioso, es que no tiene placa conmemorativa que la atrape en el ayer. Así, los que se acercan a verla, no hacen suyo un dolor ya sufrido, no se reducen a reciclarlo, a que revista al corazón para empequeñecerlo. En cambio, verán que esta muralla habla de otra, una expansiva, La Gran Muralla de Hércules-Corona Boreal.

Mi aporte para El bic naranja

viernes, 22 de marzo de 2024

A veces toca perder y ya está

Cuando preguntaban por la publicación del libro, respondía “a punto de salir del horno”, ignorando que, pareciera, operaba así esta editorial: se incendió y carbonizaron mis copias. Perdí mi mano derecha. De puro frustrado, puse patasarriba mi casa, botando la jaula y liberando a mis amados agapornis, que emprendieron vuelo. Luego, perdí la capacidad de echar a volar mi imaginación. Como mis amigos evitaban que les contara estos dramas, perdí el saber expresarme. 

Una mujer que me quiso mucho, pregunta por chat cómo estoy: difícil saberlo con la parte del corazón que perdí, la parte que se fue con ella.

viernes, 15 de marzo de 2024

Solo Ida

¿Te llevaste a Zenet Contigo? Su canción desea que le demos cuerpo bailándola: únicamente me abraza la almohada. Con tu ausencia tan reciente que puedo escucharla respirar.

¿Y si no te fuiste? Te bajaste en los Andes y, vestida por la nieve, sueñas que Chile te pide matrimonio. El atardecer sueña que se crea por soplarle a tu pelo. Sueño que la noche te traerá en mi insomnio de tanto mirar la Luna.

¿O dejaste un cajón abierto en tu lugar? Me revuelco entre tu literatura reposada, sensible, tú, amada y perdida, pero encontrada en los recuerdos de Zenet Contigo.

Canción “Contigo” - Zenet

jueves, 7 de marzo de 2024

Los narcisos

Esta familia fea despertaba compasión: eran los del techo destartalado, la jauría, el jardín seco, los de los cachivaches rescatados de la basura. Insólitamente, su barrio, (correcto pero aburrido, excepto por el griterío de esta familia fea a quienes creían locos), atrajo a turistas ávidos por pagar, documentar y romantizar realidades pintorescas. Así, la Directiva de Vecinos engordó sus arcas. Poco les duró: las visitas fueron disminuyendo, pues esta familia fea empezó a sanar por dentro y por fuera, plantando, primeramente, narcisos en su antejardín. Ahora, los vecinos que antes los compadecían, son familias feas tentadas a romperles esas flores.