Tras controlar la pandemia, propagandistas del apocalipsis se callaron para volver a interpretar sus textos sagrados, y los conspiranoicos no saben si falló la Élite en aniquilarnos o hubo una intervención extraterrestre. Mientras tanto, se reactivó la economía: más tóxicos al aire, más desechos al mar, más guerras, la rueda del mundo girando rabiosa, inagotable, gente en las calles para saquear, destruir, pero también para compartir la alegría, repartir abrazos.
Nunca hubo un final feliz. Desde entonces siempre llueve al amanecer. La rosa se niega a florecer. Y no hay animal que no haya aprendido a aullarle a la luna.