El invasor
Señor Dardo, vivimos en bloques sociales, sabe lo delgada de estas paredes y la mía, que retumba cuando usted empieza a gritonear y dar portazos. Cuestiones que he tragado callado. No, no sabe nada. Soy más consciente que usted de cuántas veces le ordenaron sus padres que aporte, se haga un tratamiento o se largue. Entonces, no habiendo cambios, hice el favor a su mamá de romper la puerta y también un palo de escoba en su cabeza, don Dardo, cuando más la atormentaba. Yo tampoco sé nada. Debí golpearle el corazón y desentumecerlo, con la esperanza que aprenda algo.
P.D.: No le voy a pagar ni un peso por su falta de empatía.
El invadido
¿Quién chucha golpea así a la puerta? Nunca le he hecho nada, aparte de la ensalada de combos que se comió anoche: mi puerta por su hocico. Por lo menos la puerta algo se salvó, pero de sus dientes no podemos decir lo mismo. Sapo, además, escuchando conversaciones ajenas. Yo con suerte sé que se llama Justo, pero inJusto deberían decirle, el maricón que se mete con familias vulnerables. ¡Sé que tengo un problema! ¿Y sabe quién más? Un esquizofrénico: ¿le rompería la puerta para darle un escobazo por su enfermedad? Yo soy la víctima aquí. Yo soy el drogadicto.
P.D.: Entonces págueme con su cilindro de gas. Robé el de mi casa.