Hace un año murió mi hermano y se llevó a la tumba el
silencio de dos décadas. Un paréntesis de tiempo en donde ganó el rencor y la
distancia. Paréntesis, punto final. Y nos perdimos irremediablemente. Podría
recorrer el infinito y el infinito no me lo devolverá. Era ahora, esta vida, no
hay otra. Y no la aproveché para acercarme y tener la conversación que nos
debíamos; esa que nos reconciliaría. Nos quedamos con tanto atorado en la
garganta, tanta falta nos hicimos, que redacté una carta en donde él -y solo
él- me pide perdón por lo que hizo.
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