domingo, 4 de noviembre de 2018

Un largo brazo a torcer

Hace un año murió mi hermano y se llevó a la tumba el silencio de dos décadas. Un paréntesis de tiempo en donde ganó el rencor y la distancia. Paréntesis, punto final. Y nos perdimos irremediablemente. Podría recorrer el infinito y el infinito no me lo devolverá. Era ahora, esta vida, no hay otra. Y no la aproveché para acercarme y tener la conversación que nos debíamos; esa que nos reconciliaría. Nos quedamos con tanto atorado en la garganta, tanta falta nos hicimos, que redacté una carta en donde él -y solo él- me pide perdón por lo que hizo.

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