A sus 79 años, volvió a buscarla. Y no porque haya resurgido la pasión o la culpa: esas cosas las durmió el tiempo. Si la buscó, hasta encontrarla en un asilo de ancianos, fue para regalarle las cartas de amor que se escribieron hace seis décadas; las que encomendó a un enfermero para que se las entregase. Él ya comenzaba a manifestar síntomas de alzhéimer, y prefirió que la historia de ambos continuara viva en ella.
Desde entonces la mujer lee un trocito de esas cartas cada noche, preguntándose quién fue ese hombre que la quiso tanto en su juventud.