Cierra los ojos para no distraerse, para que la inmensidad, la profunda, la espesa inmensidad de la noche no se vierta sobre ellos, para no mirar la puerta abierta y malinterpretar las sombras de afuera con fantasmas de adentro. La soledad sumada al insomnio, lo pueden volver loco. Prefiere no pensarlo, solo acomodarse hasta encontrar la posición exacta para dormir. Debe existir alguna, piensa él, molesto por estar pensando otra vez. Y cuando se iba a girar de nuevo, su mano es agarrada por otra bajo las mantas, impidiéndole que siga con el revoloteo.
Por fin se pudo quedar dormido.
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