-¡El sol! -dijo Julia.
Clara, sin entender, y sin ganas de hacerlo, solo la dejó entrar. La visita, sin pedir permiso, corrió una cortina. La luz del mundo se hizo presente, iluminándolas. Julia sonrió. Clara no: tiró de la tela para intentar cerrarla.
-¡¿Por qué xuxa nadie respeta mi tristeza?!
Entonces Julia dijo haber tenido una visión sobre su mejoría. Un clariconocimiento. Clara, por fin, sonrió. No le creyó, pero percibió tanto esfuerzo por animarla, que le pareció tierno. Bañada por un rayito de sol, empezó a reírse, soltando bromas sobre ese tal don de su amiga.
Julia, conforme, asintió.