Una mosca, viendo la quietud hipnótica de miles de otras atrapadas en una telaraña, se acercó. Al instante sintió el pegamento en sus patas, pero dijo:
—Se puede salir de aquí.
Entre hilos espesos, una voz preguntó:
—¿Salir de dónde?
—Usa tus ojos, al menos uno —replicó la mosca nueva—. O la araña...
—¿Qué araña? —repitieron con candidez.
—¡Oh no!... Bien, recuerden que tenemos alas. Aleteen: la vibración hará que la telaraña afloje y se rompa.
Algunas se rieron. La mayoría siguió durmiendo.
—Yo parto —dijo la recién llegada.
Y apenas empezó a vibrar la tela, se asomó la araña.