Cuando llegó el armagedón, nos meamos enteros.
Claro, eso las primeras veces. En cada intento por acabar con el mundo (van seis) y justo en medio del caos, se asoma un arcoíris; señal de su arrepentimiento. Siempre pasa que Dios termina retractándose.
“Entiéndanme, no es fácil mi trabajo”, truena una voz por todos lados. “Soy amor, escribió Juan. Pero también cumplo mis promesas, según Pablo. ¿Ven mi dilema?”.
Hoy el cielo se electrificó y las aves cayeron muertas. Escuchamos a Dios murmurando, maldiciendo, paseándose inquieto. “Ya voy, paciencia, denme unos minutos”, nos dijo.
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