Una tarde de domingo golpeó a la puerta el diablo. Muy educado él, bien abrigado a pesar del calor. Sin aflojar la sonrisa, dijo que venía por el 50% de mi alma. Me puse a reír. El diablo también. “Oye, es cierto, no es broma. Tienes que pasársela”, dijo mi padre acercándose por detrás. “Ay, papá, ¿cómo se le ocurre que voy a creer en esta ridiculez?”, respondí.
-¿Y a ti cómo se te ocurre que yo pude comprarme esta tremenda casa?
-¿Y por qué el 50%?
-Tienes 37 años y todavía no te independizas, es justo que me cooperes.
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