Papá escondió mi teléfono móvil. Me dijo: “No te esclavices a las cosas”. Luego de eso, de tanto en tanto, guardaba bajo llave alguna que otra pertenencia mía; revistas, juguetes, videojuegos. Creí que solo se refería a cosas materiales, pero no. También me prohibió jugar con un amigo con el que pasaba cada tarde. “Cultiva el desapego”, respondía ante mis berrinches. Y cuando se enteró que la compañerita que me gustaba estaba enamorada de otro, me dijo: “Aprende a perder”. Poco tiempo después se separó de mi mamá. Entonces entendí, con las indirectas, que me estaba preparando para ese momento.
Otra versión
Otra versión
Papá escondió mi teléfono móvil. Me dijo: “No te esclavices
a las cosas”. Luego de eso, de tanto en tanto, guardaba bajo llave alguna que
otra pertenencia mía; revistas,
juguetes, videojuegos. Creí que solo se refería a cosas materiales, pero no.
También me prohibió jugar con un amigo con el que pasaba cada tarde. “Cultiva
el desapego”, respondía ante mis berrinches. Y cuando se enteró que la compañerita
que me gustaba estaba enamorada de otro, me dijo: “Aprende a perder”. Poco
tiempo después encontré unas maletas frente la puerta. “Hijo, ya estás viejo
para que siga con las indirectas: independízate”.
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