Se dedicaba a alimentar palomas y mi curiosidad. Esa viejita que llegaba antes o después que yo a la plaza donde compartíamos tardes y miradas, era lo único que me distraía de mi lectura; de las Bocas del Tiempo.
Nadie la conocía y eso que este es pueblo chico. Era rara pero cercana. Y me daba doble congoja verla tan sola porque se parecía a mi abuelita.
Un día pensé preguntarle si tenía familiares o amigos. Iba a levantarme, cuando veo que ella lo hace primero. Se acercó y me dijo: “Hija, usted siempre tan sola, ¿tiene familiares o amigos?”.