Anda un virus rondando. Poco sabemos sobre él, salvo que la gente, irremediablemente, muere al contagiarse. Y como nunca antes el contagio y el miedo han ido a la par. No me gusta ser alarmista, pero llevo noches soñando con el fin de los tiempos. Por eso prefiero ser alarmista y, cuando por fuerza mayor salimos a la calle, les pongo a mis hijos una máscara. Terrorífica. Para que nadie se les acerque. Y el que lo haga, ojalá tenga pesadillas. Hasta que todo esto pase.
Confío en Dios que esta gripe española sea la última pandemia que nos azote.
Mi aporte para El bic naranja
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