Era una torre de madera que se inclinaba por el viento como árbol borracho, pero con raíces lúcidas para saber anclarse. Los vecinos la admiraban con terror, perplejos, mientras Mirko, guiado y motivado por la voz de Mirna, su esposa, trabajaba por alzarla cada día. Una mañana, carabineros y figuras de la tele rodearon la torre. Mirko se parapetó en las alturas. Entonces volví a recordar cuando él me confesó que esa voz lo llamaba desde el cielo. “Y qué dice”, le pregunté. “No sé, por eso me acerco a Mirna, por primera vez en años, para saber qué necesita”.
miércoles, 24 de febrero de 2021
Tarde (3)
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