Corrí a casa, pues lo que llevaba en la bolsa me urgía por disfrutarlo en la intimidad. Todavía así, el toque de queda me volvió huérfano en una calle extraña. Y yo, caminando solo, era sospechoso de todo. Y eso que iba con mascarilla. Dos carabineros me interceptaron. “¿Por qué corre? ¿Qué hay en esa bolsa?”. “En esta bolsa llevo el corazón de una mujer” (la felicidad me delató). “¡¿Corazón?! ¡¿Mujer?! ¡Arrodíllese! ¡Manos en la nuca!”. Y el oficial, sin dejar de apuntarme con el arma, abrió la bolsa: una a una fue sacando las cosas que ella me regaló.
lunes, 16 de agosto de 2021
La bolsa
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