Una abuelita se sentó a mi lado en el banco de la plaza. “Hijo, yo sé lo que te hace falta: tú necesitas una historia nueva”. Asombrado, le seguí la corriente. “¿Nueva en qué? ¿Para mi vida o para mi blog? ¿Acaso sabe que yo tengo un blog? ¿Y tanto le importa que lo tenga botado? ¿Me busca hacer sentir culpable? ¡Déjeme, voy publicando a mi ritmo!... ¡Espere!... ¿O lo dice por esta cerveza? Usted cree que soy alcohólico y debo cumplir de una vez mi promesa de cambio, ¿o no? “. “Hijo, solo dije que necesitas una historia nueva”.
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