Donde crecen flores, la mamá enterró un papel con el nombre de su hijito con mucha fe, porque iba anotada también esa malograda vida que aqueja a su pequeño y confía que se descomponga: sus adicciones. No es conjuro ni brujería. Es un secreto de naturaleza. La Tierra sabe cosas desde hace 4500 millones de años. A diferencia del bebé de mami, que al otro día despertó, confundido, sin ganas de consumir. Y soñó que lo enterraban vivo. Y se puso a llorar. La madre, al rescate, se paró en puntillas y lo abrazó. Nunca dejará de ser su guagua.
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