"¡Mire, sí existe la vida después de la muerte!". La vieja, a pesar de su cataratas, abrió ampliamente los ojos: es cierto, al bastón de su difunto esposo le creció una petunia. "¿Recuerda? -dijo la nieta-, si al bastón le sale una flor, es señal de que sigue vivo. ¡Y cumplió!". Se abrazaron, lloraron y después rieron. "Pero no lo toque -continuó la nieta-, mejor dejémoslo sobre la repisa".
Esa noche la nieta recolectó más flores de jardines vecinos, y también los pegó al bastón con cinta adhesiva. No basta con que esté vivo: tiene que estar muy, muy vivo.
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