Sobre la arena, una mujer encontró una botella con una carta adentro. El mensaje decía “Ayuda”.
¿Qué naufrago, de qué isla remota
vendrá? ¿Qué último habitante, antes de hundirse un continente,
resumió su esperanza en ella? ¿Qué pirata, capitán de barco, qué
pescador la perdió en la eternidad azul?... Preocupada por no saber
cómo ayudar, tras mucho pensarlo, solo escribió “Perdón”. Y la
devolvió al mar.
Ese mismo día la playa se mostró
reposada, extrañamente en paz. No es lo que el mar esperaba, pero al
menos se sintió comprendido y sufrió menos por el plástico que lo
contamina.
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