Fumo desde los 14 años. No sé si se me ha ido más plata en
eso o en cocaína: por eso opté por pasta base, un derivado más económico pero
también más adictivo. Destructivo, maligno. Como la heroína, que nunca me
inyecté pero supongo induce a sensaciones que te atontan parecidas al
medicamento que tomo para controlar mi ansiedad. En este punto encuentro más
efectiva la marihuana. Por sobre todo “sana” mientras no sea un porro.
La buena noticia es que gracias al coronavirus, por fin
aprendí a valorar mi salud: cuando salgo de casa a comprar cigarros, uso
mascarilla.
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