Usted es un fantasma. Aunque no atraviese paredes ni levite y respete el reposo ajeno por las noches y esté seguro (y me convenza) de que está hecho de carne, corazón y huesos. Usted es uno. Con trabajo para comer, amigos para reír y, en mi caso, con la escritura para soñar. Es que yo también lo soy, y no por eso me verá con una sábana encima, arrastrando cadenas, como tampoco nadie se disfraza así a diario. Es curioso. Mírese al espejo: no ha muerto, solo ha vivido lo suficiente para ser olvidado.
Todos somos el fantasma de alguien.
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