viernes, 8 de mayo de 2020

El segundo capítulo

Cuando al fin la conocí como quería conocerla, no diré que me salvó pero sí supo iluminar el abismo. Ella, entera pero etérea como un aroma a perfume que persiste en el aire y luego, mucho más, en el tiempo. Entonces volví a tener esa pequeña edad con la sensación, la misma maravilla en los ojos, como cuando recibí la primera bicicleta. Con tanta vida entre mis manos, para esta mujer, que a cualquiera que tocase lo rejuvenecería. Yo mismo incluso me veía como un recién llegado entre cosas nuevas, siendo que nunca he dejado de envejecer entre cosas viejas.

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