“Luciano -gritó un vecino- mira, ven, antes que suban el precio”. Pero Luciano, habiéndose asomado una vez, le bastó. Ese pozo, antes ignorado en la plaza del pueblo, ya no podía ofrecerle más. ¡Y hablo aquí de un espectáculo extraordinario!: justo al mediodía, por una hora, en su fondo, puede divisarse un cielo estrellado. “Sí lo subieron” -respondió Luciano. Efectivamente, la misma empresa turística que hizo este descubrimiento, poco tardó en administrar el alza. Igual, felices, todos pagaban por meter la cabeza bien adentro de este hoyo milagroso o mágico. “Parecen decapitados”, piensa Luciano, mientras él sí observa las estrellas.
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