“Qué piensas, hija”, preguntaba la mamá a la pequeña antes de peinarla. La niña era muda aunque tenía otra forma de comunicarse: cada vez que la cepillaban, entre su pelo se desenredaba un pensamiento, el que pronto se evaporaba en partículas multicolores. Últimamente solo estaban apareciendo dibujos animados ya que la niña, solitaria, veía mucha televisión.
Una mañana la mamá despertó enferma. Enferma de tristeza. Ese día estuvo apagada y distante. Mientras lloraba en la cocina, la hija se paró frente a ella y, solita, se peinó cuatro veces. Por cada una, se desprendieron las palabras
TODO ESTARÁ BIEN
MAMITA.
Imagen de Diana Toledano
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