De lejos se distinguían (y mejor todavía a esas horas de la noche). El tipo era escandaloso: “¡¿Por qué ya no me amas?! ¡No conozco otra vida sin ti! ¡Démonos una oportunidad!”. Gritaba, la zamarreaba. Ella en cambio, cabeza abajo, se mostraba inalterable. Me acerqué al llorón y dije: “Amigo, ¿usted cree que es la manera correcta para que su pareja lo vuelva amar?”. “¡Claro que no la es! -interrumpió ella-. ¡Le he dicho mil veces “pégame” pero pégame fuerte, maricón!”. El hombre le da una cachetada. La mujer responde: “¿Viste que era fácil?”.
Se fueron tomados de la mano.
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