El barco se hundía. La tripulación a cargo de los poquísimos bote-salvavidas anunciaba: “¡¡¡Mujeres y niños primero!!!”. Rodolfo no era eso ni lo otro. Aunque sí muy 2020. Se acercó al oficial que coordinaba la ayuda y dijo: “No se confunda ni me discrimine por mi bigote; yo me identifico como mujer, exijo ser rescatada”. Rodrigo opinó igual. Y Gonzalo. Y muy luego la demanda se multiplicó en cientos de hombres que se afirmaban mujeres, agolpándose, con ellas, para abordar las naves. “¡¡¡O se salvan todes o nadie!!!”, gritó uno. O una. O une.
Al final sobrevivieron los puros niños.
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