miércoles, 31 de julio de 2024

El día de mi entierro

Desnudo (siguiendo el tono “menos es más”, saldré barato) o en calzoncillo, total nadie lo notará y menos si hace frío. ¡Ah, importante!: traigan cualquier dispositivo de audio y pongan bien alto canciones de moda adolescente, porque ¿y si tengo catalepsia y resucito? Igual después les tiraré el juguetito con lo que llaman música bien lejos, eso sí. Dentro de mi ataúd, biodegradable, vuelquen mis microrrelatos. Así, arqueólogos del futuro se creerán el cuento, ya sea un rato, que hallaron escritura sagrada. ¿Ven? Barato. Aunque bueno, quizás lo que más les cueste sea enterrarme a los pies de un bonsái.

lunes, 29 de julio de 2024

El amor los va a salvar

39 años juntos. Dos pequeños y una hija que trascendió. El hombre culpó a su pareja por la partida de la infante; descolocándola, empujando a la mujer al adulterio y entregándose, así, al alcohol. Él, refugiándose, desapareciendo en el trabajo. El hijo mayor, responzabilizándose, esporádicamente, por la casa. El menor, procesando traumas y rencores que, después, volcó contra su familia.

Poco se querían. Menos se lo decían. ¿Qué esperaban?

Semana pasada, el esposo cayó hospitalizado por neumonía. Como apenas hablaba, el paciente, al ver que lo visitó la esposa, le escribió con el dedo índice en el aire TE AMO.

martes, 23 de julio de 2024

No recuerdo si este microrrelato lo había publicado

Vengo adquiriendo, regularmente, un medicamento para dormir que se vende como pan caliente, por efectivo y barato. Y hoy, la químico farmacéutica que me atiende siempre, me preguntó si lo tomaba solo yo.  “¡Claro que no! -respondí-. Le convido a familiares también con insomnio”. Asintió sin convencerse, para luego explicarme que su consumo excesivo puede afectar la memoria. “¿Y usted -pregunté- le hace al...?”. “¡Claro que no! -respondió-. Practicando yoga induzco el sueño”. Inmediatamente, una señora en la fila, impaciente, muy mosqueada, nos comenta que esta es la tercera vez que nos escucha repetir la misma conversación desde que llegó.

Canción “La pastilla de tus sueños, Pt. 1” - Epilogio

miércoles, 17 de julio de 2024

Días de andar medio muerto

Me levanto del banco de la plaza y una mano, la del mendigo (que evitaba), reposa en mi muslo invitándome a quedarme. Se la tomo y aparto. "¡La tienes congelada!", dijo. "El invierno”, respondí yéndome. Presuroso, el extraño se me cruza. Le doy monedas, estirándole mi brazo. Con determinación, el mendigo agarra mi muñeca y se pega a mí. "¿Será solo por el invierno?", preguntó... Entonces, lo abrazo y confieso que desde que ella decidió dejar de buscarme; evito los espejos, me pierdo en las calles, los niños me miran asustados y en la casa los perros me reciben aullando.

sábado, 6 de julio de 2024

El plato

Primera parte

¿Qué te pasó, Iván? Esperaba encontrarme un cura, pero me abre la puerta un hippie. No desarreglado, no, ordenadito: empezando por su conocimiento sobre distintas corrientes espirituales. Sonrío y le digo que lo imagino desparramando su fe en cualquier cosa. “Exacto”, responde. “Como en este plato: te puede salvar la vida. Pero no es el plato, es tu fe canalizando. Así lo atraes, trabajan juntos, entregándole un poder que viene de ti". Después, me pide subir a una bicicleta sin frenos que tenía. Y agrega: “Pedalea hacia esa pared y, sin parar, ten fe que no te estrellarás contra ella”. 

Segunda parte

"Hombre de poca fe", me dirá culpándome cuando me vea estampado como mosca. ¡No, no me estrellaré contra ella!, me repito conforme aumenta mi pedaleo. ¡Verdad, el plato! Mis esfuerzos no deben estar puestos en la pared, sino volcados en la bicicleta, el instrumento para expresar mi fe. ¿O en un plato? Bien, pongámonos raros, qué más da. ¡Pero con fe! "Hombre de mucha fe", me diría Iván, pues ¿cómo podría salvarme un plato? Justo entonces me pego un tortazo, leve pero tortazo: no con la pared, sino que con un camión que salió de la nada y transporta vajilla. 

miércoles, 3 de julio de 2024

El último arconte

Cercanos al afelio, los humanos, quienes básicamente oscilamos entre euforia y desesperanza, nos arreglamos para seguir moviendo los engranajes del mundo mecánicamente. Para sacudirnos la apatía, nos informamos de noticias infaltables (y que hacemos virales), sobre delitos, crímenes, guerras; aumentando el terror a que el Reloj del Apocalipsis marque la medianoche. Entonces, nos emborrachamos y drogamos para que, sufriendo, olvidemos que sufrimos. 

El día del afelio, apareció en los cielos una mano colosal que, por empuñarse antes, casi atrapa al planeta. Era la de un arconte, extraterrestre que se alimenta de nuestras aflicciones. Y crece. Y en profundidades cósmicas, espera.