Me levanto del banco de la plaza y una mano, la del mendigo (que evitaba), reposa en mi muslo invitándome a quedarme. Se la tomo y aparto. "¡La tienes congelada!", dijo. "El invierno”, respondí yéndome. Presuroso, el extraño se me cruza. Le doy monedas, estirándole mi brazo. Con determinación, el mendigo agarra mi muñeca y se pega a mí. "¿Será solo por el invierno?", preguntó... Entonces, lo abrazo y confieso que desde que ella decidió dejar de buscarme; evito los espejos, me pierdo en las calles, los niños me miran asustados y en la casa los perros me reciben aullando.
Ja ja, buenísimo. Ando paseando en Santiago (bueno mañana ya me voy) y me ha tocado ver bastantes mendigos y cosas bien fuertes también.
ResponderBorrarTe dejo un gran abrazo, espero funcione esto que Blogger no me deja comentar con mi cuenta oficial, así que ando probando con esta.
Nocturno.
Buenísimo saber que anduviste por acá. Como presencia fantasmal que de pronto se deja ver y también grabar; total, todos los registros quedan guardados en 144p. Ojalá hayas disfrutado Santiago. Disfrutado la vida. Que lo comido y lo bailado no te lo quite nadie. Un abrazo psicológico.
BorrarSe encontró con un mendigo observador y solidario. Se ayudaron mutuamente.
ResponderBorrarUn abrazo
El relato, té en mano a estas horas, se lee mejor... Ya que siempre juegas con las palabras.
ResponderBorrarEn cuanto al "censo" de mendigos, en Santiago, entre Nocturno y tú lo ponéis al día. :))))))
Abrazos Julio.
Muchos huyen de los mendigos sin saber que, en el fondo, ambos tienen algo en común.
ResponderBorrarUn abrazo.
El invierno no tenía nada que ver.
ResponderBorrarMuy buen micro, Julio.
Un abrazo.
Antes de llegar a eso se atraviesan los años de la invisibilidad...
ResponderBorrarSaludos.
Si ella dejó de buscarlo, es que ella no merecía un tipo así. Qué mala suerte tuvo el tipo de haberla conocido.
ResponderBorrarEn invierno es cuando se sabe de qué estamos hechos
ResponderBorrarBuena jornada 👍😁
Simplemente genial tu micro. Un singular retrato o reflejo de las penurias humanas. Un abrazo te dejo.
ResponderBorrarMe gusta ese doble juego que has utilizado... A veces se ve más con el corazón que con los propios ojos.
ResponderBorrarMil besitos con cariño y feliz día, David ❤️
Si a mi me ocurre esto, me da un colapso del susto jaja mi cara de terror no sé si hubiera hecho al mendigo soltar instantáneamente mi muñeca, pero seguro que mi cuerpo daría un salto jaja sin embargo tu protagonista -que debe ser un cielo- se derrumba sobre él.. sí que debe sentirse horrible.. el caso es que a lo mejor ella sí que le busca, sólo que no lo encuentra : ) Precioso, como todos los tuyos, un abrazo fuerte!.. ¿ sabes una cosa? a este sí que le hace falta aprender a bailar bajo la lluvia : )
ResponderBorrarMe gusta ese toque de humor, que tanto falta nos hace hoy en día... me quedo por aqui con tu permiso
ResponderBorrarBesos y bonito día
Gracias, Cora. Estoy feliz de que te subas a bordo. El permiso lo tienes, claro, solo que no olvides que también tienes permiso para seguir viniendo y comentarme las veces que quieras. Tienes un súper permiso, ahí jaja Un abrazo psicológico.
BorrarFantástico Julio David. Un microrrelato muy sagaz. Chapeau.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo :)
Hay misterio e intriga. Un abrazo.
ResponderBorrarJulio David, precioso relato.
ResponderBorrarA veces escapamos a nuestros reflejos, porque lo que vemos duele y nos hace pensar que todo hubiese sido diferente.
Un placer leerte, me encantó
Gracias Julio David por visitar mi blog, que tengas un precioso día
De lo mejor que te he leído, magistral
ResponderBorrarPaz
Isaac
Muy pero muy bueno,abrazos.
ResponderBorrarSi los perros aúllan... la cosa está mal.
ResponderBorrarUn abrazo.
Creo que este tipo ya no es siquiera un tipo, sino un espiritu al que ni los espejos reconocen...
ResponderBorrarUn abrazo, amigo
Es triste huir de los mendigos, cuando en realidad lo que quieren es una limosna, pero en cambio, salimos huyendo ¿por qué? ¿de qué tememos? tal vez mañana nosotros también seamos mendigos de la vida.
ResponderBorrarMe ha encantado tu micro, Julio David.
Un abrazo.
Anda medio muerto y el mendigo, que sabe mucho de eso, lo reconoce al instante. Se abrazan... Los dos saben que sin calor humano no se puede vivir.
ResponderBorrarMe encantó.