“¡Ya, basta!”. Sin darle explicaciones a nadie, decidió no ir a este compromiso. Silenció el celular y se permitió dormir. “Tarde o temprano lo iba a terminar pagando”, pensó cuando, al otro día, se miró al espejo y se vio una mancha roja en el entrecejo. “Somaticé la culpa”, continuó machacándose. Entonces, se acordó de cuando descuidó a un perrito y lo atropellaron. Se acordó de las veces que falló al prometerse dejar las pastillas para iniciar un tratamiento espiritual. Se acordó... “¡Espera!”, se interrumpió. “Permíteme hacer una sola cosa”. Se puso los lentes. La mancha estaba en el espejo.
Eso era la providencia intentando aprovechar las circunstancias. Como no se da por enterado tendrá que romperle un brazo, para recordarle permanentemente que ES CULPABLE. El derecho; bueno, sí no es zurdo.
ResponderBorrarAbrazooo
¡Qué bueno! ;)
ResponderBorrarUn abrazo.
Una interpretación errónea y se pierde la cordura... de ahí debe ser lo de Don Quijote de la "Mancha"...
ResponderBorrarSaludos.
¡Genial! Besos
ResponderBorrarDe nada sirve flagelarse por lo que ya pasó y mucho menos por algo que solamente está en nuestra mente o en el espejo. Feliz día
ResponderBorrarLas lentes de las gafas tenían la graduación correcta, pues. :)
ResponderBorrarHola Julio.
ResponderBorrarInesperado final. Y por supuesto creativo!
Abrazo.
Excelente. Qué agregar?
ResponderBorrarAbrazo!!
Muy buen escrito con un final curioso
ResponderBorrarPaz
Isaac
Pobre hombre... Lo suyo, creo, no tiene arreglo...
ResponderBorrarUn saludo, amigo
Julio David, no fallas, tu manera de narrar es reconocible, atrapa enseguida al lector. Gracias por esta sutileza y la singular del relato de hoy, me encantó.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo y buen domingo.
Anotado: Nunca dejar los lentes fuera del alcance de las manos.
ResponderBorrarSaludos,
J.
Aprendió la lección? O_O
ResponderBorrarUn fuerte abrazo, Julio David :)
jeje me gustan los finales felices :) un abrazo master
ResponderBorrarQué estupenda forma de resolver esta historia psicológica tan habitual de la autoflagelación , q aunq sólo ocurre en nuestra mente , tantísimo nos hace sufrir ... Ojalá tuviéramos esa bicevita dentro q nos dijera bajito como tú ...Espera!”, se interrumpió. “Permíteme hacer una sola cosa”....dejar de generar pensamientos autodestructivos q nos sugestionan , sufriendo imaginariamente lo q no existe , de verdad genial! Eres como un maestro zen q enseña a la vez q entretiene : )
ResponderBorrarMil gracias y un abrazo fuerte!
Hola, Julio David.
ResponderBorrarLa culpa tiene un poder tan grande, que ensombrece hasta lo básico, estupendo final, todo debería ser tan sencillo como tu relato, dejas una lección, ¿la tomaremos como referente?
Venga, va, lo intentaré.
Abrazos.
El sentimiento de culpa hace ver cosas inexistentes.
ResponderBorrarUn abrazo.
Fantástico Julio David, que sería de nosotros sin las gafas, por lo que le pasó a tu protagonista está claro que veríamos las cosas de otro modo .
ResponderBorrarUn abrazo
Puri
Jajaja qué buen final, Julio David, no deben dejarse las gafas lejos, sino buen puestas.
ResponderBorrarMe encanta cómo nos vas atrapando con tu micro. Como se puede alguien machacar la conciencia, la de vueltas que dan los pensamientos, es increíble.
Eres único escribiendo micros. Un placer volver a leerte. Ya de nuevo por aquí dando guerra jajaaj.
Muchos besos.
Que bueno para él descubrir que lo somatizó solo en su cabeza.
ResponderBorrarAbrazos!