Lisa, la maniquí, ya no era la más hermosa de la vitrina. Olvidada por sus decoradores, se sintió invisible, indigna, y se preguntó si seguía siendo útil para la tienda.
Cuando la botaron al tarro de basura, se respondió.
Justo ese día, una manifestación pasaba por esa misma avenida, donde los olvidados de la sociedad exigían ser visibilizados y tratados con dignidad. Lisa lloró viéndose reflejada. Pero cuando un grupo escondió unas bombas molotov bajo su vestido, Lisa se preguntó si quería ser de utilidad así para el sistema. Y en un acto hermoso, fue la más hermosa al desactivarlas.
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