Alicia va en el coche, mirando absorta el azul profundo del cielo. A veces unos pájaros le llaman la atención, a veces unas nubes y otras, Dios. Justo entonces, prefiere pensar otras cosas. Le cuesta adivinar la hora; menos todavía si acaso es jueves o domingo. ¿Será que el tiempo se detuvo? Pero de ser así, ¿cómo es que escucha el trote hipnótico de los caballos que tiran del coche? De lo único que está segura es que la llevan a encontrarse con su papá.
-Tía, ¿falta mucho? -pregunta la pequeña Alicia.
Silencio.
La mujer está absorta en el camino.