Adoptaron a José ya de grande y lo instalaron en una familia numerosa que, con el tiempo, se fue empobreciendo cuando el padre comenzó a endeudarse más de la cuenta. El hermano mayor, entonces, culpó a José de esta desgracia y se desquitaba por medio de burlas, puñetazos y la costumbre de amenazarlo con un arma de juguete.
Cierta noche, José, con la pistola falsa, se escondió en la plaza y esperó que pasara su hermano mayor: lo asaltó tan salvajemente, que no le quedó más que entregarle lo que traía. Con esas monedas José compró dulces, puros dulces. Muchos.
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