LuzdeLuna
Creyendo que la luz de la luna puede ser atrapada, Lidia
colocó un frasco en el jardín. Al no ver resultados, lo llevó al colegio y
explicó a su única amiga sus intenciones. La compañera rió tan fuerte que pronto
otros se sumaron y todo el curso se burlaba de Lidia. Esa tarde tiró el frasco
a la basura. Los días continuaron indiferentes y grises. Hasta que, una mañana, el compañero que le gustaba empezó a llamarla dulcemente “LuzdeLuna”. ¡No lo
podía creer! Esto la convenció de que no hay imposibles y volvió a poner un
frasco en el jardín.
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