La niña de una casa olvidada por Dios, giraba la perilla de una radio vieja. De pronto, la desatornilló. Desconcertada, la escondió, olvidándola.
La radio quedó fija en un dial que transmitía puras malas noticias. Y el papá, entre más se informaba, más inminente veía el fin y más raro al vecino. Decidida, la esposa tomó la radio pero el esposo también y la tiró hacia él con fuerza, estrellándola. El impacto cambió el dial, sintonizando un programa que celebraba cómo disminuyó la criminalidad.
El hombre miró por la ventana. Pasaba el vecino. Lo saludó. No se veía tan raro.
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