Subió al patíbulo el primero de los dos homosexuales, cuando cayó la primera de las miles de piedras. Teherán desbordó aquí su límite de tolerancia ante tanta homofobia institucionalizada, y una protesta desencadenó que ese día soleado se incendiara más con la consciencia en llamas de un pueblo unido. Pero el Líder Supremo, teniendo las armas y a Dios de su lado, ordenó disparar a los manifestantes. Cuando todo iba miel sobre hojuelas, sorpresivamente se puso a llover y un arcoíris cruzó el cielo. Entonces el Líder Supremo, traicionado, derrotado, gritó: “¡Dios, justo ahora se te ocurre salir del closet!”.
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