Dicen los que saben que mudamos de piel cada 28 días. Esa es una fase. Y es todo un mes de febrero, salvo si contamos los bisiestos. Estos últimos cuatro años, João pareciese que alcanzó la cima de las pérdidas. Es como si la piel de una antigua vida, que le ha engrosado la existencia con bienes materiales y experiencias, quedara a sus pies y él, desnudo, casi, deba ir a encontrarse con el mundo de nuevo. Esa es otra fase.
¿Será que el próximo bisiesto perderá las ganas de seguir adelante? Ojalá, de ser así, solo sea una fase.
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