martes, 18 de junio de 2024

El terapéutico

Tal como vienen encadenándose los problemas diarios, un Jason inconsolable e insomne se balancea entre lo onírico y lo mal llamado real. Así, se reacomoda en la cama. Su mano queda colgando y una cosita, peluda y esponjosa, se acomoda entre sus dedos. Lo acaricia. “Hola, Moflete”, dice Jason. “¡No soy el perro!”, le responden. El duende continúa: “Aunque agradezco tu cariño. Si me permites seguir escondiendo cosas, te dejaré en paz”.

Al otro día, ni padre ni hijo menor recordaron a dónde habían dejado la rabia mutua que se tenían. Y la mamá, ni la enfermedad ni sus lágrimas. 

8 comentarios:

  1. No fue una visita inoportuna.

    Un abrazo.

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  2. Debía ser un duende quitamiedos, que dicen que existir, existen...
    Un abrazo, amigo

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  3. Un duende bueno y reparador. A todos nos haría falta uno así.
    Un abrazo.

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  4. Un excelente texto Julio.
    Y aleccionador!
    Un abrazo.

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  5. Gran duende, ojalá hubiera más de esos

    Paz

    Isaac

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  6. Muy conveniente que exista ese duende del bien.
    Abrazo

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  7. Hola, Julio David.
    ¿Dónde están estos duendes? Son maravillosos.
    Con unos cuantos, arreglamos el mundo, :)
    Un abrazo.

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  8. Un duende bueno... escondiendo iras y dolores. Precioso!!

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