martes, 5 de septiembre de 2017

Branco

Lo invitamos a pasear. Desesperado, loco como era, lo atropellaron al poco rato. Esa tarde decidimos enterrarlo bajo un árbol enorme junto a un río seco.

Semanas después recibí un whatsapp: “Perdón, amigo, por el espectáculo, pero es así como los perros planeamos nuestras partidas: simulando accidentes. Sí, somos muy convincentes. Intenta comprenderme: ahora adopté una familia que no me encierra en el patio y me hace cariño a menudo. Confío en ti: sé que no contarás este súper-secreto a nadie. Como mucho, escribirás un microrrelato de dudoso gusto al respecto. Algo olvidable, tan típico tuyo, que no despertará sospechas”.

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