“Es hoy. ¿Por qué no? ¡Ya, basta! Menos preguntas se hace una tortuga y algunas viven, quizás por lo mismo, hasta 200 años. Yo no llegaré ni a la mitad y he dejado pasar, con pesar, ocasiones más que justificadas para destapar esta botella; regalo de mi papá. La próxima vez será, ¿pero cuándo? Y mientras el vino mejora con la espera, yo me voy degradando ¡Da igual! Inventaré un motivo... El atardecer. Voy a brindar por él. ¡Ah, pero me falta algo para picotear! Es eso y listo. Lo último para ser feliz”.
Salió a comprar y lo atropellaron.
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