Después de mucho, vuelvo a escribir un poema. En blanco. La página se cansa, se aburre, renuncia. ¡Ah, pero aquí viene una buena idea! Entonces agarro la hoja por la nieve o por la nube; se escurre. No me cree. Tiene la cola de una sirena y nada, nada ahora. Es que el primer verso no empezó muy creativo: “Tus piernas son como la luna pero con forma de piernas”. Te digo a ti: dame tiempo y lo mejoro. Más tiempo de luna a tu lado. Más tiempo de tus piernas. Hasta que olvidemos preguntarnos cuánto tiempo es más tiempo.
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