viernes, 31 de enero de 2025

3333

En el paradero, Félix encuentra tres billetes de un dólar. Nada que agradecer: necesita plata, pero en peso chileno. Igualmente los recoge. Mira la hora: 3:33 am. Aparecen tres mocosos. Lo molestan, se mofan. Félix, aterrorizado, solo piensa en la llegada del bus, recorrido 3333. Repite esa secuencia.

En la enumeración 45, lo empujan, otro saca un cuchillo, Félix se desconcentra pero, sin saberlo, activa el código sagrado de la gratitud. Trastabilla, suelta los dólares y choca contra el recién llegado bus. Los tipos huyen con esa plata. Eso querían. ¿O el bus los espantó? Félix tiene mucho por agradecer.

lunes, 27 de enero de 2025

545

Clara quería que Basilio contestara para sacarse las ganas de decirle: “¡No, yo termino contigo!”. E inmediatamente colgarle. Difícil, pues el hombre cambió de número y Clara solo recordaba que empezaba con 545. Obsesionada, cada vez que marcó, no pasó de esos tres dígitos. Al intento 45, desistió.

Sin embargo, sin saberlo, había activado un código sagrado: en este caso, recibir regalos del universo.

Esa tarde, viendo la lotería, se percató que lo números aparecían siguiendo el orden telefónico de Basilio. ¡Qué regalazo! Los anotó, mas no lo llamó. Es que el verdadero regalo fue otro: aprender a soltar.

domingo, 19 de enero de 2025

Esta semana entró un pajarito a mi casa


¿Cómo yo, adulto, ni tan viejito como mi papá, no se puede levantar de la cama? A propro, a propósito, hay una enfermedad de los señores mayores que los hace olvidar cosas, pero hasta ellos se acuerdan de seguir adelante. O, a lo mejor, no se lo cuestionan. En cambio, yo me aburro adentro y afuera de mi cuerpo. Y eso que me pasaba preguntando todo. Era como un niño triste. Ahora nomás quiero saber cuándo voy a despertar. Esta semana entró un pajarito a mi casa y canta por las mañanas. Me quiere ayudar a abrir los ojos, ¿verdad?

Imagen de Atrapalabras
Canción "¿Dónde estoy?" - Avalanch

miércoles, 15 de enero de 2025

Cuarenta días después

Izan, en un restorantucho, parecía estar solo. No miraba reloj ni celular, solo sus puños cerrados sobre la mesa. Al llegar Darío, su acompañante, siguió en lo mismo, aunque sonrió. Era raro ver a Darío usando lentes oscuros, siendo miope, pero no hablaron de eso. Como tampoco cuando Darío, reacomodándose en el asiento, se quejaba adolorido. No se veían desde hace cuarenta días, cuando Izan fue condenado por violencia intrafamiliar. Y sobre eso Izan sí quería hablar, pero... “Tranquilo”, dijo Darío, posando su mano sobre las de él, haciendo que Izan, finalmente, lo mirara con ojos llorosos. “Te perdono, hermano”. 

jueves, 9 de enero de 2025

Hierba de la Gracia o Hierba de las Gracias

Iblis puteó cuando su mamá volvió cargando una ruda en lugar de plata. Confiaba, otra vez, que sería económicamente ayudado. Es poco, pero le debe a gente con poder y estatus en un submundo donde a cada historia problemática, le dan un final abierto: abierto en el cráneo impactado por un balazo.

Esa noche, Iblis decidió robar la planta para revenderla. La encontró tapada por un pañuelo blanco con dos orificios frontales. Extraño, pero igualmente la destapó. Justo entonces, escuchó un “¡buuu!”. Paralizado, miró alrededor. “Sería chistoso, pero no. Nosotros espantamos tus malas energías de otra manera”, dijo la ruda.

lunes, 6 de enero de 2025

No-Agustín

Me encontré con Agustín. Estaba en silla de ruedas. ¡Qué tipo más bueno para quejarse! Así lo recordaba. Nada estaba bien. Ni él.
 
Perdió su movilidad corriendo tras su pareja (harta por no ser valorada). Como logró escapar, Agustín pensó que sus piernas no servían para nada. Y se desplomó. También empezaron a caérsele los dientes cuando decidió no salir más a un mundo que no le motibava sonreír. 

Vivía de allegado. Ocupaba el sofá, pero por quejarse de la incomodidad, lo mandaron al patio.

Tiempo después lo visité. Encontré su cabeza, consciente, pero flotando en un frasco con formol.  

viernes, 3 de enero de 2025

El niño adorno

Para despedir el 2024, acordaron, nada nuevo, familiares y amigos una última gran reunión, con jolgorio. Sin embargo, entre los invitados, incomodó la llegada del hijo malcriado de una pareja: niño que llamaba la atención para mal.
Sorprendentemente, esa noche se comportó. Y eso que durante la cena le prohibieron opinar en conversaciones de adultos. Tampoco le dejaron jugar para no ensuciarse antes del año nuevo. Mejor lo sentaron y olvidaron frente al televisor.
A las 12, momento de los abrazos, el niño se acercó a un invitado por la espalda, que ni conocía, y dijo: “Yo también estoy aquí”.