Nunca reparé en la manivela que sobresale de la pared en un pasaje, hasta que vi a un tipo moviéndola a medianoche. Me miró sin inmutarse. Tampoco me inmuté, pero por no saber cómo reaccionar. “Si te explico, no te asustarás”, dijo. Me acerqué. “Cuando giro esta manivela, doy cuerda al mundo. Lo hago girar, también”. Jugando, le pregunté si acaso cuestiones como el sufrimiento, con todas sus caras, persiste gracias a esto. Se encogió de hombros, para luego afirmarme ser Dios y que solo hace su trabajo. Entonces, arranqué el aparatito de la pared y lo agarré a manivelazos.
No se puede jugar a según qué.
ResponderBorrarUn abrazo.
Otro más a la lista del paro. ¿cuanto debe cobrar Dios?
ResponderBorrarUn Fortunato o más.
dile al prota que no vaya a darle muy deprisa a la manivela.
Abrazooo
Tengo un poema por publicar que tiene el mismo sentido que tu relato.
ResponderBorrarQuién mueve la manivela?
Dios?
Saludos.
Va a estar difícil que lo haga con las manos enyesadas. Un abrazo psicológico.
Borrar¿Podrían llegar a alterarse ciertas leyes físicas consideradas inalterables?
ResponderBorrarLo tuvo bien merecido, por meter las manos donde no debía, je, je.
ResponderBorrarUn abrazo.
Pienso eso hace rato, la idea o construcción de dios es para hacerle hacer el trabajo sucio a alguien, el chivo expiatorio que le dicen...
ResponderBorrarMe encantó tu micro, amigo. Abrazos y más abrazos.
Querido Julio, me encanto tu micro.
ResponderBorrarAbrazos y te dejo un besito, que tengas un feliz día