Donato, mi hermanito, se sabía un gran curioso por la vida, ardiente aventurero, hasta que encontró una cuerda blanca que lo obsesionó.
El absurdo máximo llegó cuando la amarró a una viga y se lanzó como en bungee sobre la mesa. Boca abajo, arrasó con toda la comida. “¡Me siento vivo! ¡Quiero más!”, gritó. Emputecido, me subí a desamarrarlo. Mis papás se unieron. Donato nos insultaba pero, pronto, viendo nuestra frustración, él mismo aflojó el nudo y cayó. Incorporándose, saliva proveniente de arriba se posó en su boca. Entonces alzamos la vista: un hombre, ahorcado, colgaba de la misma cuerda.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
El COMENTARIO ESTÁ SUJETO A MODERACIÓN