Josías, el desempleado, descansa en una plaza cuando ve unos billetes esparcidos por el suelo. Sin pensarlo, ayuda al afligido hombre a recogerlos el que, agradecido, le ofrece trabajo con posibilidades ambiguas de ser ciertas. “Mientras tanto, ayúdame: quédate el fajo. Lo podemos multiplicar, salir ganando los dos. Todo es legal. Aunque si caes, caes solo. Te contactaré”. Y desaparece. Sin embargo, Josías prefiere dejarle la plata a un mendigo, quien resulta ser un policía encubierto en una misión. “¡¿Pretende comprarme?! ¡¿De dónde lo conoce?!” Josías corre hasta otra plaza. Sentándose, cree haber pasado lo peor.
Lo caga una paloma.
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